Tabaré Rivero (1957) artista singular y multifacético,
posee una vasta obra en los campos de la música, la literatura, el teatro, el
cine y la televisión. Indudablemente la mayor visibilidad la ha obtenido por su
vinculación a la música y en especial el rock. Movimiento en el que ha participado
desde su resurgimiento desde el final del último gobierno de facto en el
Uruguay, aunque hay que reconocer que estilísticamente sus trabajos
discográficos resultan poseer un espectro mucho mas amplio, a la hora de hilar
fino si es que vamos a encontrar un nicho para clasificarlo. Y la palabra
“nicho” que nos remite a algo estático, quieto, no es precisamente la más
adecuada a la hora de describir este work
in progress constante de la obra de Rivero.
Su primera incursión en el mundo del disco la realiza
junto a su padre, el reconocido pionero del radio teatro Mario Rivero, en un trabajo
para niños: “Cachinés y la tortuga sonrriente” (Macondo, GAM622 / 1976). El grueso
de su carrera discográfica la realiza como líder de la banda “La Tabaré”. Este
factor de cambio constante en la obra del autor, del que hablábamos al
principio, también es percibido por el propio Rivero, percibido y dirigido. Es
así que en sus comienzos el nombre de la agrupación era “La Tabaré Riverock Banda”,
inserta como decíamos en ese contexto de post-dictadura, new wave, post-punk, y
cómo cantara Charly García en 1984 un lugar con muchos “raros peinados nuevos” . Entre 1987 y 1999 la Riverock Banda
publica seis álbum
[Sigue siendo rocanrol (Orfeo, SULP 90867, 1987);
Rocanrol del arrabal (Orfeo, SULP 90993-1, 1989); Placeres del sado-musiquismo
(Ayuí / Tacuabe, AE 113 K, 1992); Apunten... ¡Fuego!! (Ayuí / Tacuabé, AE130
CD, 1994); Yoganarquía (Ayuí / Tacuabé, AE 184 CD, 1997); Que te recontra (DBD,
001 CD, 1999)].
En el 2002 Rivero marca un giro estético que se transluce
en el nuevo nombre de la agrupación: “La Tabaré Milongón Banda”. Luego en el
2006 con un nuevo cambio de sello discográfico se la conoce brevemente como “La
Tabaré Cachimbanda”, para finalmente, adoptar la moda de apocopar largos
nombres y pasa a denominarse sencillamente “La Tabaré”.
Esta contracción simbólica parecería acompañar también la
reducción de las aspiraciones contraculturales de los jóvenes de los ochentas y
su lenta pero progresiva incorporación
al sistema mercantil-consumista contemporáneo. Los 80´s fueron un período
fermental en Latinoamérica, período de recuperación democrática y la música, en
especial el punk que con su postura antisistémica encontró en la juventud
urbana sudaca, un aliado deseoso de removerse toda la férrea moral autoritaria que
cargaban pesadamente sobre sus hombros durante las últimas décadas, un caldo de
cultivo propicio que motivó principalmente una actitud de independencia a los
carriles tradicionales de difusión: creación de sellos independientes,
fanzines, radios comunitarias, etc. Es en este ambiente que aparece La Tabaré Riverock Banda, y de inmediato se pudo
presagiar que dicha banda se convertiría en una leyenda de culto.
Aquí nos interesa señalar de este primer período de La
Tabaré algunos aspectos de su producción, que muy bien se ve reflejada en su
discografía. Esa postura ecléctica, en la que sin duda la pasión teatral de
Rivero se hizo presente y produjo una obra extremadamente original en el
entorno de aquellos años. El teatro y la música lo llevo a producir varias
obras multimediales: “La ópera de la mala leche” (1990), “¿Qué-te-comics-te”
(1992) y “Putrefashion” (1998) e incluir en su discografía elementos diferentes
a los paradigmaticos de la escena del rock. La música, las canciones,
constantemente varían de estilos que van del rock, al punk, ska-reagge, folklore
y géneros varios latinoamericanos. El uso de instrumentos eléctricos y
acústicos, le dan un sonido muy particular a la propuesta, que navega
cómodamente entre diversos estilos y sus posibles fusiones. El aspecto vocal
principalmente en manos de Rivero, también fluctúa en distintas modalidades, el
canto, el susurro, el grito o el recitado, marcan un sello indeleble a la
matriz sonora de la propuesta.
El primer espectáculo oficial de la banda se llevó a cabo en noviembre de 1885 en el
Teatro Circular, en un ciclo titulado “Kafé Koncer”, y tal vez esta sea la
denominación más exacta al trabajo de la banda, sin dudas La Tabaré ha sido la
propuesta de aquellos años que más se acerco a la estética del “cabaret”
(música, canción, recitados, actuación, performance, en espacios alternativos o
vinculados a bares, pubs, etc.) al igual que ese cabaret dadaísta que buscaba
sacudir los pilotes de la cultura.
A pesar de que su propuesta era extremadamente
experimental e ideológicamente la producción de textos se podrían enmarcar como
“contraculturales” (denunciando la alienación del individuo y su constante
consumismo, ironizando sobre las propias pretensiones de estrellato, proponiendo
un discurso estético que escapaba al común denominador de aquellos años) no lograron
despegarse de los engranajes del “mercado” y la banda de “culto” que se ha
mantenido en el tiempo con una relativa vigencia y buen número de seguidores, (vendiendo
discos, realizando espectáculos, publicando libros y DVD´s) ha caído en la
paradoja de ir insertándose cada vez más en la industria del entretenimiento,
con una audiencia cada vez mas domesticada, acostumbrada a mirar la banda desde
el otro lado de la pantalla del móvil, esperando ese sucedáneo de rebeldía que
la tranquiliza y amansa.
Pero este no es un fenómeno que le cabe sólo a La Tabaré,
esto le ha sucedido a todo aquel movimiento independiente, autogestionado, auto-producido
de mediados de los ochenta, de Uruguay y de la región. Toda aquella energía se
fue “encausando” ... la “fueron”.
Y ese cuello de botella comenzó desde el principio, el
aparato policial mantuvo el sistema aleatorio de las detenciones arbitrarias de
jóvenes, aquellas “razzias” que provenían de la dictadura, también en mayo de
1988 procesan con prisión al cantante de la banda Clandestino por “...el empleo de términos soeces e insultos
reiterados al Parlamento nacional, la Policía y el actual sistema democrático...”,
lentamente toda aquella música empieza a desvanecerse de las radios, de los
suplementos, comienza a ser invisibilizada, empiezan a sonar otros ritmos. Toda
esa utopía juvenil, toda esa rebeldía, todo esa orgullosa independencia se fue
transformando con las luces del show business.
opacada por el breve brillo de los flashes y las portadas de revistas, para terminar
hoy reduciendo sus aspiraciones a la posibilidad de una subvención de algún
fondo estatal para grabar un disco, comprar una guitarra o realizar una gira.
Rivero contestaba de la siguiente manera en una
entrevista realizada por Tabaré Couto a finales de los ochenta: “(el rock)...tiene que ser la denuncia de todos los
esquemas sociales y en contra de las normas establecidas que te imponen a la
fuerza... debe ser como un piñazo fuerte que debe existir en cualquier ciudad y
eso sin herir de repente con un grito, sino sacudir y despertar la sensibilidad...”
No cabe duda que la máquina “La Tabaré” empujó la locomotora de los sueños y la
rebeldía de aquellos primeros años, pero ya a comienzos de los noventa se podía
preveer dónde terminaría tanto entusiasmo, y el propio Rivero haría una
estupenda radiografía en el texto “Desde el chiquero”, en el que profetiza: “Somos terrajas / estamos de acuerdo / De
clase media baja / somos cerdos / Nos conformamos / con un cambio burgués / y
alimentamos / nuestra estupidez. / Vivimos en basura / de supermercados / y
consumimos / cultura de tablado / ... / ¡Cuidado! / Me estoy mintiendo bien. / (Ni
más bandidos / ni más banderas / ni más partidos / ni más parteras) / Cielo
cielito que no / cielo del año 2000 con
el de arriba tranquilo / porque el de abajo es un gil. / La culpa no es del que
nos da de comer / sino del chancho / que quisimos ser.”
La potencia y esa originalidad caótica cuasi como un
cabaret dadaísta de los primeros años no fue lo suficientemente comprendida por
el grueso de la masa de sus seguidores. La Tabaré era sinónimo de rock, de
aguante, de exaltación, de pogo-punk, de máquina avasallante, tal vez por eso
todo el otro trabajo fino, cerebral, pasó un poco desapercibido. “Montevideo me
mata”, “Malambo delictivo”, “Desde el chiquero”, “Contra crisis”, “En tiempos
de la mala magia” u “Ojalá” son temas emblemáticos de cada uno de los discos señalados,
temas que al sonar unos pocos acordes son fácilmente reconocibles para los fan
de la banda o para quienes “curtieron” la escena rock de aquellos años. La
entrevista que señaláramos unos párrafos atrás, es cerrada con una frase de
Rivero: “... los mecanismos tratan de
desvirtuar el asunto. Cuando una cosa nos molesta, tratamos de convertirla en
comercial o simpática, y nos ponen como chicos bonitos o como hombrecitos
prolijos con mujeres cordiales...”
Intentando recuperar esa faceta más experimental,
vinculada a la oralización del texto, de su puesta en voz como un ejercicio
antimimético de la escritura, construimos este colage sonoro con aquellas pistas, aquellos tracks
que sin duda se salteaban la mayoría de los programadores radiales.
Obertura / Sras. Sres. / Desde el chiquero / Poema del
descensor / Poema acelerado / Miscelánea I / Sacro Versículo I / Arrorock /
Miscelánea II / Bossa Beleza / El paso fatal / Si las esquinas / Miscelánea III
/ El mejillón / Sacro Versículo II / Concédeme el olvido (Epitafio – L.
Antúnez) / Miscelánea IV / Yo no se / A esta hora / Ni eso / ¡Puff! / ¿Qué-Te-Comics-Te?
/ El chiste nacional / Miscelánea V / Entreverándonos
/ Montevideo Show / Sacro Versículo III / Plegaria politeísta del Rock.
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